Justo cuando pense que no habia más nada que decir...

martes, septiembre 20, 2005

Esta mañana me levanté extrañamente de buen humor, esta mañana podia decir con propiedad que no odiaba al 99.95% de la población de este humilde pais (si, solo el 99.95%, porque el otro 0.05% estimo forman parte de mi familia, mis compañeros de trabajo, mi circulo de amistades y en general mis conocidos). Inclusive me sentí de mejor humor (si es que es posible) cuando me asome por la ventana de cuarto, y con asombro me di cuenta que no habia cola, asi que de repente me daba chance de bajar en camioneta hasta la estación del Metro.

Efectivamente pude bajar "comodamente" sentada en una camioneta recibiendo golpes esporádicos del bolso de comida, de una amable muchacha que estaba parada a mi lado.

En fin, cuando llegue al metro estaba más full que nunca, hice una cola bastante extensa para pasar a través de los torniquetes, y cuando finalmente estaba adentro, veo gente desperdigada a lo largo de la estación, y los andenes paracen una cola donde regalan cosas. Además escucho a un operador decir algo como esto: "El Metro esta sufriendo de un retraso, pero en breves momentos arribará un tren a la estación".

Asi que encomendandome al Señor, decido bajar al anden a ver si me puedo montar en algun tren. La gente te ve con recelo, pensando que te le puedes colear.

Finalmente llega un tren a la estación y abre sus puertas, todo es confunso, hay mucha gente y todos estan empujando, cuando me doy cuenta, estoy dentro del vagón aplastada literalmente contra la puerta. Enfrente tengo un muchacho con cara de malandro, y detrás una señora que se deja recostar comodamente de mi, cada vez que el tren avanza o frena, además estoy casi haciendo yoga, y tratando de mantener el equilibrio, porque no voy a permitir que nada sea tocado "por error".

Lo cierto es que casi que me da un infarto, porque la verdad es que no soy amiga de que personas desconocidas me toquen, o que esten muy cerca y muchisimo menos respirandime en la nuca.

Debo decir que esta situación se mantuvo hasta la estación Chacaito, que fue cuando pude moverme un poco más hacia el centro del vagón. Y finalmente me senté en Sabana Grande.

Cuando llegué a Bellas Artes, la misma cola para salir.

Acepto no sin algo de verguenza, que durante todo el viaje y mi estadía en las instalaciones del Metro de Caracas, odie con toda mi alma el metro, y a la gente que estaba montada ahi, pero ahora en mi oficina, me parece una bruma, un recuerdo lejano, asi que estoy de buen humor de nuevo...

...pero podría alguien culparme si tuviese un humor de perros?

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